Ella encontraba cierta
fascinación por él… Ella, de ojos pequeños, nariz grande, senos como naranjas
bien acomodadas, nalgas blancas y frías… con pies preparados para escapar, se
fijaba en él.
Él, de aspecto interesante, ojos
grandes, cabello negro, manos lastimadas, brazos fuertes, piel distante, labios
tristes, corazón inexistente, él sólo esperaba en la esquina de una calle, sin
importar nada…
-Tal vez algún día me quiera-
Ella pensaba constantemente… -Tal vez despierte en mi cama- Ella anhelaba
fijamente.
Octubre, un mes perfecto para
cualquier idilio sucio y repugnante, inundado de sexo y aberraciones carnales. 15,
número no tan malo, 15, hora perfecta para el trago necesario.
Corría la cerveza por la garganta
de ella, era un día frío, un día calmado; ella solía encontrar cierta
fascinación por los hombres mayores, por hombres sin dudas existenciales, por
hombres con los pantalones bien puestos que en cuestión de segundos saben cómo
perderlos, ella pensaba… ¡carajo, otro día desperdiciado con la soledad entre
las sábanas!- salió apresurada, la cerveza se quedo a media lata, pecado.
Caminaba con cierto tono desesperado, como buscando, como anhelando lo
indeseable, buscando problemas y solucionarlos sin pensarlo, bajo algún efecto
retardado.
Octubre, un mes perfecto para
cualquier idilio sucio y repugnante, inundado de sexo y aberraciones carnales. 15,
número no tan malo, 15, hora perfecta para el trago necesario.
Se limpiaba los labios después de
darle un buen sorbo a ese whisky sin hielos, él miraba fijamente el reloj, como
esperanzado, tenía cierto brillo en los ojos que nunca antes había conocido, se
asustó al verse al espejo, un espejo viejo y roto que había hallado afuera de
su casa… Se dijo sin pensar - ¡Mierda, éste falo tan solitario! Se acabo el
trago de un sorbo, tomó sus llaves, un par de condones y salió disparado.
Era una buena tarde de
casualidades, una tarde en la que los estragos menos imaginados podían acabar
sincronizados. Una tarde de hombres solitarios, de falos encantados por el
encuentro inesperado.
Ella sabía que al caminar por la
calle había que tener cuidado, uno puede enamorarse en 60, segundos, 6 palabras
y perderse por más de 6 eternidades que jodidamente sobrios y pesimistas son
infiernos disfrazados de puterias y palabras innecesarias, ella lo sabía; más
no podía evitar sentirse seducida por dedos inundados de penetraciones
simuladas. Caminaba, caminaba, caminaba… llegó, encontró, deseó, ahí estaba él, fumando, como ocultándose de
algo/alguien, ahí estaba y ella lo había encontrado.
Cruzaron la mirada por dos
segundos, a él no le importó, a ella le fascinó, él se preguntaba qué tantas
nalgadas podía aguantar en una follada, ella
lo contemplaba, imaginaba horas y dimensiones que de repente se veían inundadas
de madrugadas solitarias/acompañadas/alcoholizadas/abrazadas/encarnadas/musicalizadas…
era él.
Había un ambiente como desolado,
tal vez porque no había manera de encontrarse o tal vez porque no querían
asumirse responsables de deseos ocultos para una tarde de Octubre, una tarde en
la que sólo un condón y muchos alaridos hubiera bastado para fingir que era
perfecta.
No lo lograron…
Sólo las hojas de los árboles
siguieron el camino, el tiempo se detuvo, el aliento se agotó y las manos
tibias tocaron aquel canto de invierno que nunca llegó.