[...]

"Simplificando tantas y tantas palabras,
recordando que nunca son previstas y que siempre son honestas, aquí estoy,
derramando las palabras como sangre de mi boca,,, como antes... como siempre,,,
como YO".


24/6/10

22 marzo, 200?

Yo necesitaba un lugar donde dormir, y él necesitaba dejar de sentirse solo; y así fue como saque mis cosas del apartamento y me mude.

Sabía que les parecería rara mi repentina decisión, y que provocaría habladurías y demás frases graciosas sobre mi mudanza. Sin embargo lo hice. (¿No se les ha ocurrido que me excita la forma de la que hablan de mí?) Corría el mes de Junio de un año que hasta aquel mes resultó ser como una mesa y una camisa de fuerza sobre mis pupilas. Algo me decía que Junio sería el mes, el mes de arrepentirme por salir de casa, el mes de probar nuevas camas, el mes de saber nuevas tramas, el mes que debía yo vivir con él.

La casa era amplia, única condición: “no traigas a más de 5 a casa, ¿ok?”, yo no había entendido su comentario, se trataba de un, no vengas a coger con más de 5 a casa o no vengas a beber con más de 5 en casa o no traigas más de 5 gatos a casa, kilos de marihuana, o yo que sé, lo único que me pregunte fue: ¿qué haría si pasara?

La primera semana fue relativamente cómoda, los dos nos conocíamos muy poco, sólo nos habíamos visto 3 o 4 ocasiones en la universidad, y una de ellas bajo alcohol y drogas, flirteamos y le hice un muy buen favor, eso me dijo, no es que yo quiera adjudicar sustantivos ni mucho menos.

Paso un mes, uno o dos día en la semana bebíamos vino barato y platicábamos sobre cualquier cosa, sobre libros un poco, admito que no tenemos mismos gustos literarios, sin embargo platicábamos bien, me enseñaba su música y yo opinaba: “¡bah, qué mierda se escucha eso!” o “gracias por estos 4 minutos de placer” solía decir más la primera, pues con el alcohol y mi simpatía evidente, él sabía que no podía esperarse algo mejor.

El segundo mes paso, veía desfilar más de 5 mujeres al mes, las veía desfilar por su cuarto, por la casa, tratando de enamorarlo, nunca pude grabarme una cara de alguna de ellas, siempre eran diferentes, de mi parte desfilaban 2 o 3, siempre intentando la amabilidad hacía a él, nunca entendía por qué, pues nunca le importaba a quien metía a la cama. Él solo los ignoraba. Habíamos hecho una buena pareja de compañeros de casa, a veces limpiábamos juntos, a veces dormíamos juntos sin ningún motivo de acercamiento ni sexual ni emocional, todo era bastante tranquilo y sin restos de verbos.

Llego el cuarto mes, lunes por la mañana, con resaca, sin un peso y con recuerdos entre cortados; fue como llegue a casa, lo saludé como todos los días habituales, platicamos sobre los fines de semana y decidí ir a la cama a dormir. No pensaba ir a la Universidad, ese lunes de verdad que necesitaba descansar.

Entre a mi cuarto (ya podía decir “mi cuarto”), me quite la falda, el brasier, él pasó frente a mi cuarto y sólo dijo: “están lindos tus calzones, me gustan…” y me miró de una forma diferente, yo sólo sonreí y con la mirada hice que entrara a mi cama, sabía que algún día podía pasar, por nuestros vagos antecedentes, por nuestro anterior pasado/impulso sexual.

Fue bueno, bastante bueno, y de verdad que lo disfrute, corría el sudor entre gemidos y unos cuantos mordiscos, corría el aliento desesperado y corría la voz de un encuentro apasionado.

Hoy es 22 de marzo, tengo una pequeña cicatriz, extraño esa casa y hoy lo voy a confesar, también te extraño a ti.







[¡Ay,  aquel año!]



No hay comentarios: